domingo, 29 de noviembre de 2015

#En La Bretxa - La lucha obrera y sus alternativas, por Vicente Díaz

Recuerdo con cierta nostalgia cuando a principios de los ochenta el PSOE ganó  las elecciones generales.  Eran tiempos de movilizaciones huelgas y luchas por conseguir los trabajadores unas mejores condiciones de trabajo. En la glorieta de Sagunto nos juntábamos en asamblea grandes cantidades de trabajadores, de distintos ramos, aunque éramos los agrícolas la gran mayoría. Entonces, coincidíamos con las revueltas y luchas de los trabajadores de AHM del Puerto de Sagunto para impedir el cierre de la fábrica de mineral de hierro, con lo que nos apoyábamos mutuamente.

Aunque la fábrica no se pudo impedir su cierre, en el plano laboral agrícola se consiguieron avances notables, como la prestación por desempleo, subvenciones y mejoras laborales. Era emocionante esperar y ver cómo los representantes sindicales de CNT, UGT y CCOO cogían el megáfono y nos comentaban que tras arduas y largas reuniones con representantes de la patronal y gobierno, se conseguían arrancar acuerdos y mejoras.

Ahora, en la actualidad, con la visión retrospectiva que da el tiempo, me doy cuenta de que en vez de avanzar, hemos ido retrocediendo hasta casi perder todo lo que se ha conseguido. Los sindicatos no se han mantenido firmes frente al insaciable, voraz y desmesurado poder ambicioso capitalista y han ido claudicando.

Los sindicatos, a pesar de sus fallos, hacían de catalizador o unión entre los trabajadores. Sin embargo, al crecer y abarcar grandes estructuras requerían subven-ciones estatales para mantenerlas, cosa que no podía ser por las cuotas sindicales de los afiliados. Luego, el introducir liberados o delegados sindicales en las empresas, hacía que muchos
se corrompieran para su beneficio
y empresa, en vez del trabajador. 

Por último, la introducción de elementos desestabilizadores ha hecho divisiones entre algunos sindicatos. El dicho divide y vencerás se ha cumplido para satisfacción empresarial.
  
Todo esto ha causado un debilita-miento entre los trabajadores y el abandono de una conciencia unitaria de lucha, con lo que se perjudica el pueblo en general. Todo esto ha sido aprovechado por gobiernos autoritarios pro-capitalistas para pisotear los derechos de las personas por medio de reformas antisistema con la pasiva indiferencia de organismos e instituciones que se supone que velan por el blindaje de los derechos constitucionales.
  
Ante ello, se impone la lucha obrera con alternativas, para, en la medida de lo posible, paliar y mejorar los efectos del desaguisado. Así pues, lo primero sería renunciar a subvenciones esta-tales, ya que mientras existan, los sindicatos serán marionetas del gobierno y el capital. También, ayudaría a que más personas pudiesen trabajar.

El sistema de globalización de los mercados requiere que los trabajadores se unan de una forma internacional que pueda hacer frente al mercado capitalista, cosa que por ahora no es posible, teniendo en cuenta no sólo la desunión que hay entre los distintos sindicatos, sinó entre los mismos trabajadores... Este és el cáncer que más corroe al trabajador. Si se pudiese solucionar, se solucionarían muchos problemas que nos atañen hoy, como son: 

  • Exigir que los corruptos paguen las consecuencias por una presión laboral sobre políticos, banqueros... 
  • Impedir el poder absoluto y total de los mercados.
  • Exigir mejores salarios, más justos, evitar recortes brutales y que paguen los que más tienen para que la lucha contra el déficit sea más justa, y no sean siempre los más débiles los comodines de la crisis.

Todo esto llevaría a una justicia social en la que se eliminaría el hecho que mientras unos pocos se enriquecen desmesuradamente, la mayoría se empobrece de forma inversamente proporcional. Las ventajas de todo ello serían además, que nadie tendría un patrimonio exagerado y otros nada. Se mejoraría la seguridad social
–sobre todo si se reducen los presupuestos militares y se elimina la subvención a la iglesia. Los demás confesiones se sufragan con las atribuciones de sus súbditos.

El dicho de predicar con el ejemplo no se ha ejercitado, por ello, muchas veces la sociedad protesta y se queja de los gobiernos, que mientras ellos viven como marajás y aunque digan que todo lo hacen por el pueblo, en realidad el pueblo no les importa y les trae sin cuidado. Aquellos que se atreven a desenmascarar su hipocresía, los tratan de antisistemas o anarquistas. El anarquista quiere una sociedad justa en donde los poderosos no opriman a los débiles valiéndose de cuerpos represores, sistemas judiciales que dan preferencia a los ricos y poderosos, patronos que abusan de los trabajadores, religiosos hipócritas que, a pesar de sus registros inquisitoriales y rastreros de estar a la sombra de los poderosos, tienen privilegios frente a las demás creencias religiosas, políticos sin escrúpulos que engañan al pueblo con promesas hipócritas, instituciones que en vez de ser garantes de los derechos constitucionales, son de los suyos, globalización de mercados que imponen una tiranía absoluta, militares que, en vez de defender al pueblo defienden los intereses del gobierno, sindicatos que no merecen llamarse así, multinacionales que arruínan el futuro de la humanidad; esto es contra lo que lucha el anarquismo.

En esta carrera alocada por la competencia, las empresas se quitan a trabajadores con EREs como quien sacude una servilleta después de la comida. Esto afecta también a las pequeñas, que al no poder competir deben cerrar.

Al final, queda un mercado de multinacionales que marcan las directrices, en donde los gobiernos deben plegarse si no quieren sufrir las consecuencias. A la clase  trabajadora le espera un futuro de precariedad laboral y miseria (esclavitud) si no reacciona a nivel internacional unidamente. 

Para final, como la ambición de estos buitres no tiene fin, al destruir el planeta con su ambición desmesurada (no piensan en sus hijos, nietos, esposas) no queda más remedio que intentar frenar esta carrera surrealista que puede llevar no sólo a nosotros, sino a nuestros sucesores y futuras generaciones a la hecatombre.

Y pensar que todo comenzó (en parte) por no mantenerse firmes los sindicatos en su defensa de los trabajadores a nivel internacional...

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